Hay días en los cuales
hasta del cielo
caen pedazos de almas
rotas,
trozos de almas
adoloridas.
Hay días en los cuales
quisiera
cerrar todas las puertas
de mi casa,
días en los que la calle
es un mundo ajeno,
y yo sufro del futuro la lejanía,
días en los que el sol me
lastima.
Días en los que las
calles huelen a baúl,
y están pudriéndose en el
tiempo,
y la gente sueña que las
horas pasan
pero envejecen el mismo día
de su nacimiento.
Días en los que las cosas
de tan conocidas se me olvidan,
días en los que soy una
loca que al mundo no entiende,
días en los que la cuerda
soy yo y el mundo marcha locamente;
y vivo la diferencia en silencio
y soledad.
Hay días en los que
discuto con algún dios
pero me escuchan las
paredes,
lloran las sábanas mi agonía,
y se ríe de mí ese dios
indiferente.
Hay días en los que mi
vida es un papel
borroso y arrugado de
tristeza,
días en los que camino para
alcanzar mi pensamiento,
queriendo ser el
anacoreta de una montaña escondida.
Hay días en los que
quisiera perder el olfato,
que los olores no
estimulen mi recuerdo,
días en los que el viento
huele a infancia,
y las nubes dibujan el
rostro de los que han muerto.
Hay días en los cuales el
llanto me acecha,
me inquieta el susurro de
mis razones perdidas,
y mis labios anhelan un
enorme oído mudo y atento,
para vaciar mi alma de
palabras nunca dichas,
llorando todas mis lágrimas reprimidas.
Algunas veces hay días de
espanto, de sueño y de agonía.
Nurchy Barri -1993-