martes, 24 de septiembre de 2019
sábado, 21 de septiembre de 2019
Sostenimiento
Me sostengo...
Ahora que me veo,
con todos mis defectos.
Me sostengo...
Ahora que no me miento
y mi engranaje observo.
Puedo finalizar todo esto,
edificando mi centro,
puedo y quiero hacerlo.
Lo hago sin destrucción,
sin deterioros,
pero sí con transformación.
Puedo superar éso,
superar la trampa del tiempo,
sin prisas, avanzando.
Demasiada distracción,
pero mi meta sigue viva;
siendo lo que me han negado.
Imposible ser detenida,
si neutralizo la máquina
y activo la Esencia genuina.
Me sostengo porque me veo
y puedo transformar lo que observo
desde el negado lado de la vida.
Unar Idycula
21/09/2019
El Virus de los Secretos (Relato)
Se reunieron una vez un grupo de ricos, jóvenes e inteligentes amigos y amigas; chicos y chicas de entre veintidós y veintiséis años. Ellos habían crecido juntos, conocían la vida de cada uno de ellos y la de sus respectivas familias, o eso creían. Estos personajes vivían en un país que llamaban Soberano, en tierras del mundo occidental. Tenían sus vidas resueltas económica y profesionalmente, pues eran hijos de familias acaudaladas y vinculadas al poder. No había en sus prodigiosas cabezas nada de que preocuparse, o eso pensaban.
Un sábado por la noche, estos jóvenes se juntaron para celebrar el cumpleaños de Raúl. Ese día, entre risas e ironías, en algún punto de sus ociosas conversaciones, se retaron entre ellos, para ver a quién se le ocurría la idea más bellaca con el fin de fastidiar a la gente por medio de las redes sociales. Después de unos cuantos y alocados aportes, nada claros porque las copas ya eran muchas, y los porros no eran escasos. Decidieron pactar un próximo encuentro, para el cual cada uno de ellos traería una propuesta para preparar la broma.
Estos jóvenes no tenían cualquier perfil; cada uno de ellos era un prodigio en su área académica. Estaban entre ellos Raúl, el antropólogo y psicólogo, Josefa, especialista en informática y programación, Pedro, telecomunicaciones y redes sociales, María, periodista y politóloga, y Juan, quien por presión de su familia iba a ser sacerdote, pero lo dejó antes de hacer los votos; en la actualidad estaba tratando de reorientar su rumbo profesional. Todos ellos habían sido preparados, y seguía siendo así; para ser mandos sustitutos de altas élites del gobierno. Así que contaban con una impecable capacitación, y también mucho tiempo libre.
―Tenemos que ponernos un nombre de grupo. «Dijo Raúl, el antropólogo y psicólogo».
― Ja, ja, ja, Raúl, que friki eres. Pero que se puede esperar de un psicólogo desequilibrado
y obsesionado por las películas conspiranoícas. «Dijo María, la periodista y politóloga».
― Bueno, -dijo Pedro el experto en telecomunicaciones-, si vamos a jugar, que no falten
detalles. Como somos cinco, nos llamaremos “El Pentágono”.
―Ja, ja, ja, «rieron todos y estuvieron de acuerdo con el nombre del grupo».
Un mes después, estos personajes volvieron a reunirse… Pasaron un largo rato riéndose de las ideas que cada uno aportaba, burlándose de las posibles reacciones de las personas ante la broma que preparaban.
Entre todas las ideas triunfó la creación y difusión a través de las redes sociales de un virus informático. Este aporte obviamente fue de Josefa; y consistía en lo siguiente: el virus se crearía para ser introducido en E-mail, WhatsApp, Facebook, Instagram y Twitter; el mismo detectaría a un contacto, el cual sería el más importante y frecuente de cada usuario en cada red social y correo electrónico.
El mensaje encriptado en el virus era el siguiente: “Huye donde puedas y como puedas; nuestra persona de mayor confianza nos ha traicionado, todo se sabe ya.” Además, a otro integrante del grupo se le ocurrió que se fueran agregando al mensaje las respuestas de las interacciones que el mismo generase, sin que los usuarios pudiesen evitarlo, porque el virus debía ser tan potente y tan inteligente, que sería capaz de traducir las voces, copiarlas y anexarlas a la cadena de respuestas ante dicho mensaje, es decir, las conversaciones asociadas a la dirección IP de los teléfonos móviles de cada usuario, se irían copiando, haciendo una transmisión encadenada de lo dicho por cada persona a la que llegase el virus.
―¡Qué fuerte va a ser esto! «Decía Juan, el que no quiso ser cura». Imaginaros a todas las parejas con casos de infidelidad. Ja, ja, ja.
Pero la infidelidad era el asunto menos preocupante del caos social, político, religioso y económico que generaría el virus; de momento el ocioso grupo de pudientes y privilegiados jóvenes, no había dimensionado el problema que ellos mismos estaban construyendo, y que era guillotina para sus propias cabezas.
Todos quedaron de acuerdo de que así lo harían, el virus informático fue la idea ganadora y se pusieron manos a la obra...
Tercer encuentro... El virus estaba listo, pero surgieron algunas diferencias debidas al miedo a ser afectados ellos mismos o sus familias e intereses.
―Me parece que esta broma es un poco peligrosa para nosotros mismos. «Dijo Josefa, la especialista en informática y programación, y quien acababa de crear el virus». De momento, ninguno de nosotros, o por lo menos yo aún no lo sé; conocemos al detalle los secretos de nuestras propias familias. Sabemos que son personas que ostentan el poder en este país… Pero, ¿Qué más sabemos?
Después de debatir entre todos aquella posibilidad de peligro planteada por Josefa, y ante dicho riesgo, decidieron eliminar la parte del virus que consistía en traducir, copiar y reproducir las conversaciones asociadas a la reacción ante el mensaje. Aunque ya el virus había sido diseñado de esta manera, aun así optaron por modificarlo y difundirlo sin la parte que posiblemente a ellos pudiese perjudicarles. Estando todos de acuerdo, Josefa emprendió la nueva tarea de modificar el virus informático, eliminando lo que no les convenía.
Cuarta reunión... El virus estaba listo, los amigos celebraron, comieron y bebieron, riéndose y comentando sobre las posibles reacciones humanas de aquella ociosa broma planetaria. Haciendo chistes de los posibles y retorcidos secretos que tantas personas podrían estar ocultando, y el susto que se llevarían ante aquel mensaje.
Josefa, la informática, entregó el archivo a Pedro, especialista en telecomunicaciones y redes sociales. Pero, a pesar de sus inteligencias, siendo personas al fin y al cabo; terminaron cometiendo un terrible error. Sucedió, que Josefa la informática; en vez de borrar el primer virus diseñado, se equivocó borrando el corregido, así que sin darse cuenta de lo que había hecho, entregó el primer virus creado en vez de el que estaba modificado.
Pedro consiguió infiltrar el virus con éxito... Cuando el mismo comenzó a propagarse, misteriosamente en muchas lugares empezaron a mudarse las personas a otras partes del mundo, abandonándolo todo, padres y madres a sus hijos, hijos e hijas a sus padres, esposos a sus esposas, mujeres a sus maridos, políticos, empresarios, banqueros, etc., etc., etc.
Inclusive, aunque ustedes no lo crean, muchas personas, cuya condición económica y vinculaciones extra planetarias se lo permitían; emigraron a otros planetas, incluyendo el satélite lunar y Marte. Las élites más encumbradas del poderío económico, político, religioso y social de este mundo, de un día para otro se movilizaron sin dejar rastro, y sin tener claro el resto de las personas, el motivo que les había forzado a ello.
Quinto encuentro... El equipo Pentágono, los jóvenes, inmaduros y bromistas amigos, se reunieron de nuevo, pero esta vez no hubo risas ni chistes; estaban sumergidos en el caos de sus confusiones, ellos no tenían información directa ni precisa de las interacciones de sus familias vinculadas al poder, ni de sus secretos. Sus padres, de quienes ellos aún dependían, también habían desaparecido, y les escribían desde alguna parte no identificada del planeta, alertándoles a salir huyendo lo más pronto posible de donde estuviesen.
Eran terribles las consecuencias que la bromita les había ocasionado a ellos mismos; estaban aterrados, y no sabían como confesar a sus familias que todo había sido una broma, una travesura ideada, ingeniada por ellos mismos. Ese día se dedicaron a culparse unos a otros, quedando la amistad disuelta, apartándose cada uno por su lado, para seguir como pudiesen con sus propias vidas. Se habían quedado solos, sin el apoyo de sus padres, sin dinero, sin nada. Sus vidas se habían esfumado con la huida de las élites dominantes del país. Juan, Raúl y María, estuvieron a punto de pegarles a Josefa y a Pedro por aquel desastroso error.
Ya no se pudo dar marcha atrás, porque después de haberse propagado el mensaje del virus: “Huye donde puedas y como puedas; nuestra persona de mayor confianza nos ha traicionado, todo se sabe ya”. Era imposible no reaccionar ante ello, ya que el mensaje provenía de la persona y contacto de mayor y más íntima confianza de cada usuario. Así que, todos los que lo recibían, comenzaban a hablar y a confesar como respuesta a dicha amenaza, unos llamaban a otros pidiendo explicaciones, acusando, reclamando, advirtiendo, etc. Así que aquello lo que hacía era delatarles más y más, agrandando el problema, ya que la parte del virus informático que copiaba y reproducía las respuestas, haciendo de ellas una onda exponencial y expansiva; seguía siendo parte del mismo, debido al error de Josefa.
Estaban destruidos, porque además todos habían descubierto el verdadero perfil de sus propias familias; por ejemplo Juan, el que no quiso ser cura… Llegó borracho a este último encuentro, y no paraba de decir una y otra vez:
―¡Mi madre es una prostituta! ¿Pero cómo? Con todo el dinero que ya tiene. Me enteré que regenta un burdel, trata de blanca… Y además ella se rifaba cada mes entre sus clientes en una lotería carísima. «Lloraba y lloraba Juan». Mi madre es un p… Por eso quería que yo fuese cura, para recibir perdón divino.
―¡Calla ya! –Gritaron los otros-.
―Yo no puedo hablar de lo que ahora sé de mi familia. «Dijo María». Sería muy, pero muy peligroso.
Sólo se salvaron de aquella broma, los pueblos cuyo servicio de Internet era deficiente; así que cuando el mensaje les llegó, habían pasado varios días, y ya conocían que era un virus informático, aunque también allí hubiese oscuros secretos, no le dieron ninguna importancia.
Así fue como el virus de los secretos descalabró a aquel país, y también le dejó limpio de mucha gente indeseable, y como todo virus, se extendió por todo el planeta. Porque los mismos programadores informáticos en las altas élites del poder, en vez de neutralizarlo, huyeron al igual que tantísimas personas.
viernes, 20 de septiembre de 2019
Viaje a Ciegas (Relato)
…«El
mundo es ancho y complejo; y tristemente estamos diseñados para viajar a ciegas
por él». Pensó Carmen mientras se disponía a bajar del autocar…
********************
Eran las doce de la mañana, hacía un día estupendo, faltaba una semana para el inicio del verano. Carmen estaba a punto de subir al metro en la estación de Bilbao, cuando recibió una llamada que la obligó a regresar apresuradamente al piso donde vive, y que comparte con su amiga Zaida en pleno centro de Madrid.
Carmen entró al piso, acudiendo directamente a la habitación de Zaida, su vecina le había alertado: «Ten cuidado, está como loca, da voces y tira cosas contra las paredes». Se asomó con sigilo por la puerta entreabierta, evitando ser el blanco de alguno de los objetos que su amiga lanzaba.
— ¿Qué sucede amiga? ¿Te has vuelto loca? Por favor para ya de lanzar cosas para poder entrar. ¿Te relajas un poco y me cuentas?
Zaida respiró profundo sentándose en la horilla de su cama, y comenzó a llorar. Ya sabía que aquel sueño con Roberto era demasiado lúcido; ella quiso ignorarlo, pero esto ya le había pasado tantas veces; esos avisos oníricos con personas cercanas, familia, novios, parejas, amigas… Estaba sucediendo de nuevo, sólo que esta vez le resultaba intenso y demasiado doloroso, ya que había planes de boda.
Zaida intentó pasar de aquel aviso onírico, pero esa mañana una fuerza casi sobrenatural la movió, al final salieron por su boca aquellas palabras que llevaba días resistiéndose a pronunciar. Su novio la llamó al móvil y ella le dijo: «¿Sabes? Lo sé, sé lo que me estás haciendo». Y le narró el sueño sin decirle que lo había soñado, actuando como si lo hubiese descubierto. Cuando Roberto la escuchó describir todo con tanto detalle, se sintió tan expuesto, que no le quedó más remedio que aceptarlo, reconocer que aquello era así.
— ¿Recuerdas el sueño que te conté? Pues ha sucedido, está pasando, es real. «Zaida, casi en estado catatónico por fin pudo decir algo a su amiga Carmen».
— ¿Qué, cómo…? ¿Roberto te ha hecho eso? ¡Pero… estoy que alucino, no sé qué decirte!
A Carmen se le atragantaban las palabras, no era fácil asimilar aquello, pues ella jamás se había tomado en serio cuando Zaida le contaba, que sus relaciones amorosas terminaban porque siempre descubría por sueños las infidelidades de ellos.
—Lo tengo claro y asumido amiga. «Dijo Zaida mientras contemplaba la pared y se limpiaba las lágrimas de sus enrojecidos e hinchados ojos». Soy una persona con una discapacidad, estoy incapacitada para vivir en este mundo creyendo y confiando. Porque para poder estar aquí y vivir como casi todos sin sufrir, hay que ser discapacitado psíquico. Yo quiero casarme Carmen, tener niños…
— ¿Y tú ves algún provecho en casarse con alguien así? Construir un modelito mentiroso de pareja feliz, negando ver lo que ves, no ser quien eres, muriendo por dentro. Lo que yo veo es que este rato de dolor te ahorrará mucho sufrimiento futuro. Míralo como un privilegio, hay un algo, o lo que sea que te avisa, ya quisiera yo tener una antenita extrasensorial para muchas cosas.
—Me voy. «Dijo Zaida levantándose de la cama como impulsada por un resorte».
— ¡Qué! ¿A dónde vas? ¡Yuriviczaida cálmate! No te trastornes más de lo que ya estas. Relájate un poquito, no tomes decisiones a lo tonto y a ciegas.
— ¡Carmen no me llames Yuriviczaida, ahora mismo no estoy para jueguitos!
Yuriviczaida era su nombre, el real, Zaida era venezolana, este era el estilo de aquellas tierras sudamericanas desde hacía unas cuantas décadas; mezclar varios nombres de abuelo, abuela, madre, padre, etc., y crear nuevos, a veces funcionaba, y el resultado era artístico y musical. Pero a Zaida su nombre le sonaba como el de una yegua de esas que corren en las carreras de caballos. Zaida tuvo un abuelo materno ruso, llamado Yuri, una abuela materna española, llamada Victoria, también una bisabuela haitiana, pero Zaida era su madre, de esta mezcla surgió su nombre.
Tanto su madre como su padre nacieron en Venezuela. Zaida tenía treinta y cinco años de edad y diez viviendo en Madrid. Vino sola, después de que sus progenitores fallecieran, Carmen desde entonces era su mejor y permanente amiga; la llamaba Yuriviczaida cuando estaba de bromas o enfadada con ella.
— ¡A lo tonto y a ciegas dices! «Exclamó Zaida». Pero si así vamos casi todos en este mundo. Nos jactamos de estos cinco y maravillosos sentidos, sintiendo compasión por las personas que no ven o que no oyen. ¡Pero si somos discapacitados psíquicos! Y a mí de poco me sirven estas visiones de los sueños, si no tengo un manual de operaciones, y me estrello con la vida como la gran mayoría.
— A ver amiga, tú me has hablado de los niveles o porcentajes de las discapacidades visual y auditiva, ¿No? Pues haciendo una comparación con eso… Si una grandísima mayoría tenemos un 100% de discapacidad psíquica, otros un 90% y así sucesivamente, entonces será un privilegio ser un discapacitado psíquico con un 95%, por ejemplo.
Carmen estaba haciendo todo lo posible por sacar a su amiga del bucle del dolor en el que percibía se iba a pasar una larga temporada. Zaida acababa de finalizar un curso de “Mediadora Comunicativa entre Personas Sordociegas y la Comunidad”, dirigido a gente en paro laboral. Le quedaba un año por cobrar el subsidio por desempleo; así que no había nada que la atase a Madrid en ese momento. Metió en un bolso lo poco que consideró necesitar, con la intención de dirigirse a la Estación Sur de Autobuses de Madrid.
— Amiga, «dijo Zaida mientras se dirigía al baño a darse una ducha» tener un cinco por ciento de percepción no es un privilegio; esto genera dolor y desadaptación social del entorno. Te he comentado alguna vez que las personas con sordera están más felices en contacto con una comunidad de sordos ¿Por qué? Eso es obvio, porque hablan una lengua de signos que les une, les acerca, les crea identidad, poseen rasgos similares que desarrolla empatía entre ellos, etc. Así que iguales o parecidos van mejor juntos. ¿Y yo con quién? Si yo fuese una discapacitada psíquica del 100%, si no tuviese esta herramienta onírica, podría casarme con un mentiroso infiel, y para cuando me diese cuenta de ello ya tendría unos maravillosos niños, así que mandarlo a la porra me importaría una caca. Bueno… Menos mal que aún me queda la posibilidad de la inseminación. «Acto seguido se metió en la ducha».
Zaida llegó sobre las catorce y diez horas al Intercambiador Estación Sur de Autobuses, sin tener idea de cual dirección tomar. Mientras se dirigía a las taquillas para sacar algún boleto, escuchó que alguien le llamaba a voces; era Carmen, había llegado en taxi desde el centro de estudios donde realizaba un curso; su profesora se había enfermado y estaría de baja por una semana. Ellas se querían muchísimo, ambas habían juntado sus soledades para hacerlas más llevaderas. Carmen había crecido prácticamente en centros tutelados de menores, repartiendo muchas veces su vida adolescente en hogares de acogida, hasta que fue mayor de edad. Aunque un poco alocada, era lista y bastante responsable pese a sus antecedentes familiares. Ellas se habían adoptado mutuamente, eran una familia. Zaida la miró con resignación, quería irse y estar sola, pero conociendo a su amiga sabía que era imposible disuadirle de la idea de acompañarle.
Una mujer y un niño pequeño pasaron a toda prisa delante de ellas, se les cayó una visera; Zaida la recogió y corrió tras ellos para dársela. El niño tiraba de la mano de su madre diciendo «¡Tengo hambre!». La madre le aclaraba con paciencia: «Cariño ahora no podemos comer, quedan diez minutos para que salga el autocar a Granada, te daré un bocadillo cuando subamos.» Zaida les entregó la visera y corrió a las taquillas.
— ¿A dónde vas? «Gritaba Carmen corriendo tras ella».
— Corre, nos vamos a Granada.
Encontraron boletos a Granada para las dos, salida catorce y treinta horas y llegada a las diecinueve y treinta. La mayoría de los pasajeros habían abordado el autocar, ellas llevaban apenas un bolso de mano, así que en pocos minutos estaban ocupando sus asientos. No fueron las últimas en subir; y mientras Carmen ya había entablado conversación con la pasajera del asiento trasero, a quien parecía conocer; Zaida, que ocupó el lado del pasillo, observaba con atención a los dos últimos pasajeros en abordar. Eran dos hombres, uno aparentaba unos treinta y seis años, y el otro unos veintiocho. El menor era sordociego, ella lo supo porque llevaba un bastón rojo y blanco. Vio como su compañero le decía algo con el sistema de comunicación dactilológico en palma, y soltaba su mano para que por sí solo identificara el número de su asiento. El autocar estaba adaptado para personas con movilidad reducida, así que las placas con la numeración de los asientos e información sobre aspectos de seguridad, estaban también escritos en braille. El chico sordociego parecía estar habituado a viajar, y familiarizado con estas características del autobús.
El chico sordociego se sentó del lado de la ventana en los asientos inmediatos a ellas, al otro lado del pasillo; una vez sentados, el otro hombre quien quedó del lado izquierdo de Zaida, observó la atención visual que ella les prestaba y le regaló una espléndida sonrisa. En otras circunstancias ella habría tenido el desparpajo de abordarle y hacerle un montón de preguntas, pero hoy no podía; aun así entretuvo un rato sus maltratados pensamientos con varias interrogantes; «¿Era él un mediador comunicativo? ¿Un familiar del chico? ¿De qué grado sería la discapacidad del muchacho y su origen?» Pero su agotamiento emocional y psicológico era tremendo, sólo quería permanecer en silencio.
El silencio y la aparente tranquilidad que parecía augurar el recorrido de aquel viaje, se quebró. Transcurrida una hora, un chico de unos trece años que viajaba con su padre en los asientos frente a ellas, comenzó a ver a todo volumen una película desde YouTube. Después de cinco minutos de una escena de tiros y palabrotas, Zaida le pidió por favor que usase audífonos. Carmen se había quedado profundamente dormida, ella podía hacerlo en medio de un campo de batallas.
— ¡Oye, tú a mi niño no le das indicaciones! ¿Vale? «Le replicó el padre del chico en tono agresivo».
— De acuerdo caballero, entonces déselas usted. «Contestó Zaida».
— Papá se rompieron los audífonos y quiero ver esta peli. «Dijo el adolescente».
— ¿Has oído amargá? ¡Así que te aguantas!
Zaida se levantó del asiento reaccionando con furia, y en voz alta le lanzó al hombre un tropel de frases maracuchas, de esas que le surgían naturalmente cuando le sacaban de sus casillas.
— ¡Mira platelminto y guircho sin remedio! Será mejor que le digas a tu pichón de Chuckie que estas criando, que baje el volumen o apague, o aquí se arma un verguero.
Carmen despertó asustada diciendo: «¡Madre mía ya se le activó el gen maracucho!».
— ¿Qué pasa por dios, qué pasa? «Preguntó la pasajera de atrás».
— Perdonadle por favor, es que está muy afectada y sí se enfada mucho habla en su jerga natal, es que ella es de Maracaibo, sabe… «Carmen daba explicaciones sin saber lo sucedido».
— ¡Cállate pendeja! No sabes una vaina de lo que está pasando «Exclamó Zaida».
— ¡Pues tía aprende a hablar castellano a ver si nos entendemos! «Dijo el padre del chico».
— Escucha cafre, te lo digo ahora en castellano del tuyo. No eres más que un bocachancla, y un cani, y encima enseñando a tu prole a ir a su bola sin respeto por otros, en vez de decirle que deje de dar la brasa con el volumen alto de su peli. ¿Te enteras?
Zaida al mismo tiempo que decía esto, escuchó a la pasajera de detrás de ellas susurrarle bajito a Carmen: «Oye… tu amiga no está bien ¿Verdad? ¿Toma alguna medicación?».
— ¡Sí señora estoy enferma! «Respondió Zaida». Llevo un mes sin medicarme, tengo una enfermedad sudamericana por si quiere saberlo, se llama SMR, Síndrome de la Mezcla Racial, y se activa ante el enfado por las injusticias. Los enfermos de esto tenemos que estar medicados permanentemente, siendo este mundo tan injusto, claro está.
Dicho lo anterior Zaida y Carmen, en actitud de complicidad, cayeron en los asientos tapando sus bocas para silenciar sus risas. Se conocían tanto, estas intervenciones creativas les salían a ambas de manera natural ante ciertas circunstancias adversas. Sus vecinos de asientos delanteros y traseros se quedaron el resto del viaje como muertos. El padre bocachancla ordenó al chico apagar inmediatamente el móvil. Ahora sí había el silencio ansiado por Zaida quien miró a su vecino de la izquierda preguntándose: «¿Cómo seguirá dormido pese al jaleo que hemos montado?».
El autocar hizo su parada de descanso a las diecisiete y quince horas en Santa Elena, Jaén, en un área de servicios llamada Abades Puerta Andalucía. Zaida se dio cuenta que el hombre que acompañaba al sordociego era sordo, pues el pasajero bocachancla, les insultó a sus espaladas por haberle tropezado al bajar del autobús.
En segundos todas las mesas de la estancia fueron ocupadas, y la pareja de hombres con discapacidad no encontraba sitio; Zaida se levantó para invitarles a sentarse con ellas. Carmen se quedó mirando con admiración como su amiga se comunicaba con el hombre sordo en Lengua de Signos Española, también con el chico sordociego en la misma Lengua, pero apoyada.
Se sentaron juntos; Zaida iba traduciendo la conversación a Carmen y viceversa, al mismo tiempo Matías, el hombre sordo, integraba a Joaquín, el chico sordociego, comunicándose con él en LSE apoyada y dactilológico en palma. Los dos hombres eran amigos, la discapacidad de Joaquín se debía al síndrome de Usher I, y su ceguera comenzó a los diez años. Matías quedó sordo a los quince por accidente de coche, así que hablaba bien y respondía de forma oral a las chicas.
La media hora del descanso pasó volando, cada pareja de amigos acudió a los servicios antes de abordar de nuevo el autocar.
— ¿Has visto que ojazos tiene Matías? No oirá pero como mira… Mejor dicho, como te mira.
— Venga Carmen, que mi programa de ligue está con virus, y pasará en cuarentena muchísimo tiempo. Vamos que nos deja el autobús.
Ya a bordo, Matías y Zaida no pararon de comunicarse en LSE; el mostraba la espontaneidad de las personas con sordera y al mismo tiempo delicadeza; tenía muchas ganas de saber de ella y de su vida, pero cada intervención era tan sutil, que poco a poco consiguió romper su actitud reservada. En esto se notaba que no era un sordo prelocutivo, y conservaba aun el estilo de interrelación de las personas oyentes.
Zaida escuchó al adolescente preguntar en susurros a su padre el bocachancla:
— Papa, ¿Qué hace esa gente?
— Calla, que los anormales se entienden entre ellos.
Zaida respiró profundo exclamando mentalmente: «¡Maldita sea!» Pensando en su hiperacusia. Quedaba sólo media hora para llegar a Granada. Matías le preguntó si volvería a verlas y donde se hospedarían, Zaida contestó que pasarían la noche en el primer lugar en el que encontrasen habitación, y mañana ya verían si acudir a otro sitio o no. El comentó que sus padres regentaban un hostal y que a lo mejor podría hacer algo por ellas. Hizo una videollamada, al finalizar le dijo que todo estaba resuelto, que tenían habitación. Zaida comunicó esto a Carmen y ambas estuvieron de acuerdo, total no llevaban plan ninguno para aquel viaje a ciegas.
— Oye… «Dijo Carmen en actitud maliciosa». Cuando yo tenga una contaminación por ruptura amorosa, me gustaría encontrar un limpia virus como Matías.
— Calla, que aquí no pasa ni pasará nada.
— No será porque él no quiere, desde aquí oigo el megáfono de sus expresivos ojos negros cantar: “me gustas mucho turu-turu-ruuuu”. Yo con uno así me saltaba cualquier cuarentena post ruptura.
— Sí, lo sé, tú sí.
Zaida encendió por fin su móvil; Roberto había escrito veinticinco mensajes de WhatsApp, y también tenía quince llamadas perdidas; los borró todos sin leerlos y bloqueó su número telefónico. No había marcha atrás. Ella que pensaba ser la novia oficial, resultó que era la otra, ella era la amante de Roberto sin saberlo. Su mujer había contratado un detective y le había pillado. No pudo evitar las lágrimas y pensó: «Son las últimas, lo juro». Lanzó su móvil al bolso como si de esa manera pudiese borrarlo todo.
Matías la observó secarse las lágrimas y cogió su mano izquierda con ternura. Ella aceptó aquella mano, no le miró, prefirió sentir lo que le transmitía aquel contacto, pero su parloteo mental era intenso, opacando cualquier sensibilidad. No sintió, no podía sentir nada. Ella recuperó su mano y le miró a los ojos preguntándose mentalmente: «¿Quién eres?». Respiró profundo: «¿Podré mirarte y saberlo? ¿Te descubriré en algún sueño siendo quien no pareces ser ahora mismo? Ahora veo verdad y dulzura en tus ojos, pero… ¿Tu otro lado cuándo me lo mostraras? Tarde o temprano lo harás, es cuestión de tiempo». Quedaban unos metros para entrar a la estación de pasajeros. Apartó su mirada de los ojos de Matías y siguió pensando: «Fin de una relación, fin de un viaje, inicio de una estancia en otra ciudad… ¿Volveré a Madrid? No lo sé».
El autobús se detuvo, la mayoría de los pasajeros se pusieron de pie, el hijo del bocachancla; empujó sin modales a los otros para ser el primero en bajar. Carmen observó al chico, le resultaba anecdótico que fuese el «pichón de Chuckie -hijo de muñeco diabólico-», el primero ante quien se abrían las puertas del autocar; puertas que para ella simbolizaban la posibilidad de un reinicio de vida…
«El mundo es ancho y complejo; y tristemente estamos diseñados para viajar a ciegas por él». Pensó Zaida mientras se disponía a bajar del autocar…
miércoles, 18 de septiembre de 2019
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