viernes, 17 de mayo de 2019

CONVERSANDO CON TRÍNITY. La Fuente Primordial Vs. La Fuente Matrix. Crónica Nº 2 Final de la 8ª Etapa



Allí estaba Unar, de pie en una acera, al lado de un banco en el que no terminaba de sentarse. Solo era eso, una mujer más, en apariencia solo eso…

―¿Qué te pasa? Te percibo lejana. «Le dije a Unar luego de unos segundos en los que noté como inspeccionaba la calle en donde nos habíamos citado ese día».

Ella me miró intensamente a los ojos.  Siempre me he preguntado cómo una mujer con un aspecto tan corriente, y esa expresión que parece a veces no enterarse de nada; podía lanzar aquellos comentarios, afirmaciones y reflexiones, que siempre descalabraban mis esquemas mentales. Pero allí estaba yo también, una vez más, escuchando lo que quería decirme…   

―Lo he visto Otraocy, «dijo Unar», he visto como acaba esta octava etapa de mi vida.

Ella ya me había contado anteriormente que su vida se desarrolló de siete en siete años; que podía definir perfectamente esas etapas en relación con sus acontecimientos y circunstancias, y ahora mismo estaba viviendo la octava etapa.

―Anoche, «comenzó ella a narrar», estaba cansada de tantas cosas, hacía muchos años que no me iba a dormir con el deseo de no volver a esta realidad; de quedarme allí del otro lado. Pero he visto como a esta etapa le queda poco.  Ya sabes que tengo unas ganas enormes de ver su final, pero que no puedo acabarla como las anteriores, no puedo huir ocasionando deterioro a otros y a mí misma.

―¿Y qué has visto?

―Regresé al piso donde vivo desde hace muchísimos años, y ya no estaba allí, no había nada; todo el edificio había desaparecido, además, todo lo que me vinculaba a las personas con quienes convivo y relacionadas con mi actual presente; todo borrado de un plumazo.  Yo regresé del trabajo como todos los días, pero no pude entrar a casa porque allí no había nada. Me quedé en el lugar un rato, pensando… ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo ha pasado esto?  Se me agolpaban las preguntas, me sentía desorientada.  Percibí una frecuencia intensa en el oído derecho, que me sacó del sentimiento de desamparo en el que comenzaba a sumergirme.  También aquel ruido en mi cabeza que se asemejaba al de una máquina haciendo un engranaje de sus piezas, y unificándose en un solo conjunto o unidad; dos partes que habían estado separadas y ahora se juntaban.  Luego, escuché fluir las siguientes frases: «lo has hecho tú misma, es decir, la versión de ti misma que habita en el futuro. Ahora tienes la libertad de escribir tu propio guion de vida en esta realidad, y así poder ser quien eres en verdad».

Sin dudar de aquel mensaje, pero aún desorientada; regresé a la avenida principal y perpendicular a la calle donde estaba mi piso, me di cuenta de que había una especie de pasillo ancho que antes no existía.  Sentado a la entrada estaba uno de mis hermanos; me sentí aliviada, por fin alguien conocido de mi pasado-presente.  Él me estaba esperando, me dijo: «por aquí debes entrar». ¿Entrar? ¿Para ir a dónde?

Me quedé allí de pie, frente a ese pasillo; me sentí en blanco, no entré; las reflexiones me saturaban el pensamiento. Un nuevo guion de vida que me conduce a ser la que soy en el futuro. Me faltaban datos aun para aquello; aspectos por resolver de mi realidad actual.  Demasiada ignorancia, culpas, resentimientos…  Sentí que de aquella manera no podía transitar aquel pasillo, aquel viaje.

Regresé a esta realidad, estaba contenta; por lo menos ahora sabía que mi actual programa de vida tenía un final, y que además yo sería la guionista de mi siguiente etapa.

―¿Quieres que escriba esto? «Le pregunté».

―Sí, esta vibración debe estar registrada en algún formato de esta realidad. 

―¿Por qué yo? «Seguí preguntando».

Unar me miró, y en sus labios esa media sonrisa enigmática, cargada de contenidos que no terminó de expresar. «Me sigue sorprendiendo que no lo recuerdes, bueno, ya llegará el tiempo de que lo hagas…». Me dijo en actitud comprensiva, con un toque de ironía.


El Deseo del Difunto (Microrrelato)


Ella está de luto,  él  murió de  a poco, ella  llora aunque nunca le amó.

Ella deseaba su muerte y él probar su último invento; una máquina que graba e interpreta la vibración humana.

El científico verificó en sí mismo la fuerza de las malas intenciones. Monitoreaba a su esposa sin ella saberlo, dejando registros.

Su último notariado deseo: la publicación de su experimento. La máquina registró el deseo de su esposa deteriorando la biología o salud del científico.

Murió por desgaste celular ocasionado por energías tóxicas en su habitáculo. Ella llora, pues todos saben que lo mató su deseo.


Nury Barrios

CONVERSANDO CON TRÍNITY. La Fuente Primordial Vs. La Fuente Matrix. Crónica Nº 1 Visitante Indeseable


―El día que estuve en la luna, fue uno de esos tantos días que me fui a dormir con la sensación de estar entre dos mundos. «Ella me narró aquello con una normalidad pasmosa.  Todo mi conocimiento se debatía en una enorme disyuntiva; pues al percibir en ella tanta certeza, danzaban en mi cabeza dos preguntas: ¿Es ella muy rara? O, ¿Soy rara yo por no creerle? Pero… ¿Por qué no creerle?  Sólo sabemos aquí lo que nos cuentan o quieren contarnos. No hemos ido nunca a la luna, aun así, tenemos que creer lo que dicen sobre este aparente astro».

―Lo que me describes parece un sueño muy lúcido, «le dije», ¿Y si ha sido sólo eso?

―No, «me contestó»; yo estuve en la luna. Pero no recuerdo como llegué allí, quizás sucedió por un fallo en el canal dimensional por el cual viajaba; al llegar allí, me di cuenta inmediatamente de que corría un gran peligro, no había sido invitada, no debería estar allí. Me desplacé con mucha cautela hasta refugiarme en una sala o recinto parecido a un centro de trabajo; había muchos ordenadores y personas trabajando sentados ante los mismos, percibí que tenían cierto rango, eran directivos o algo así. Me senté ante un ordenador y me quedé allí en silencio, intentando no llamar la atención de ninguna manera.

Las personas que laboraban en ese recinto, poseían altas capacidades de percepción extrasensorial; así que en breve se dieron cuenta de mi presencia, yo también podía leer sus mentes y ellos lo sabían. Se hizo un silencio total en el sitio, y digo total, tanto físico como el cese de los pensamientos de todos ellos. El hermetismo fue profundo, y detrás del mismo, la preocupación de que yo descubriese lo que hacían en ese edificio.

La luna, «prosiguió ella con su narración»; es una base espacial artificial, no un astro natural como nos han hecho creer.  Allí conviven tanto personas como nosotras y seres alienígenas, jamás ha estado deshabitada. Es un centro de control informatizado.  Desde la tierra siempre vemos un mismo lado, como una foto, ese es su lado falso, pues el real es el otro, el que no vemos.  Allí existen laboratorios en los cuales se hacen experimentos de todo tipo, existe también allí una vida elitista.  Sé que no me crees, y además te estás preguntando cómo fui hasta allí sin montarme en un cohete de la nasa.

―Pues… «Contesté», debo decirte que estoy pasando un rato entretenido escuchándote, pero no pasará de allí.

Ella, sin ninguna afectación por mi franca incredulidad, prosiguió con el relato, me dijo: «hoy no podrás creerlo, pero algún día lo harás» …  Después de que me pillaran sentada en aquella sala de trabajo sin haber sido invitada; «Prosiguió con su narración», se acercó a mí una señorita, llevaba un traje de tipo espacial, parecía un personaje de esas películas de animación en donde los actores no son personas.  Tenía una mirada aguda y penetrante, reflejaba la inteligencia impecable y fría de una máquina o robot, era perfecta en todo sentido, y con la capacidad de escanearme en segundos. Me conocía, y después de mencionar mi nombre, me dijo: «No puedes estar en este lugar, este no es tu sitio, debes volver al mundo de los obreros».

     No fui a la luna con este cuerpo físico, fui con el cuerpo sutil, ese que se desconecta de nosotros cuando dormimos; pero como ya te comenté, no recuerdo como fui a parar en ese sitio. La señorita cibernética me sacó de aquel recinto, y en ese momento confirmé que estaba en la luna. Ella me llevó hasta un puente por el que debía desplazarme para volver a la tierra, intuí que aquello representaba un enorme peligro para mí, ya que si lo hacía revertiría todo mi desarrollo interior logrado como ser humano en esta existencia actual.

No le obedecí.  Llamándome de nuevo por mi nombre, me dijo con voz imperativa: «¡Te he dicho que vuelvas al mundo de los obreros!». Le miré fijamente a los ojos diciéndole con firmeza: no volveré, pues, yo ya sé quien soy.  Sentí como de nuevo me escaneaba con su mirada. Con desagrado se dio cuenta de que no podría obligarme.  Contestó: «Vale, no lo hagas, pero aquí no puedes quedarte».

La señorita cibernética me condujo a una especie de pasadizo dimensional, viajamos en lo que me pareció ser un ascensor que se desplazaba a través de túneles. Ella me acompañó en todo momento, puesto que debía verificar mi expulsión de la luna.  Yo sentí que descendíamos en aquel ascensor, también percibí mientras bajábamos, que nos rodeaban recintos instalados en cavernas, en ellos intuí la presencia de animales diversos, o seres vivos que permanecían encerrados en jaulas, una cantidad infinita de especies de todo tipo. No entendí el motivo por el cual dichos animales o seres se alteraron tanto, al punto de poner nerviosa a aquella mujer, que a mi parecer era un robot. Hoy pienso que de la misma manera que yo capté sus presencias sin verlos; ellos lo hicieron conmigo, y fue aquello voces de socorro de parte de ellos.

Aquel ascensor dimensional abrió sus puertas, vi que había aterrizado en el edificio de un polígono industrial que está al lado de mi casa, había amanecido en la tierra, pero aun así observé en el cielo un leve esbozo de la luna, y una nube que se deshacía para escribir la palabra “mensaje”.  Ya en la calle y fuera de aquel edificio, miré a mi derecha y observé como un conejo se defendía de un león venciéndole.

Nunca olvido aquella visita a la luna, y aunque vivo plenamente cada minuto de mí ahora; sé que mis ojos verán el día en el que nos libramos de nuestros depredadores, y la raza humana acabará liberándose de aquellos que nos controlan, vigilan, manipulan y esclavizan…

―Bueno Unar… Escribiré esto como uno más de mis relatos, afirmar que esto es verdad, no puedo, gracias por compartirlo conmigo pese a mi incredulidad. Pero dices que te negaste a volver a la tierra, pero aquí estás.

―Yo no me negué literalmente volver, «refutó ella», a lo que me negué fue a regresar y seguir siendo una sumisa obrera en este planeta.