ALGUNAS DEFINICIONES DE BITÁCORA
"Bitácora, del francés bitacle, es una especie de armario que se utiliza en la vida marítima. Se trata de un instrumento que se fija a la cubierta, cerca del timón y de la aguja náutica y que facilita la navegación en océanos desconocidos."
"Armario o cajón fijo a la cubierta del barco y cercano al timón, en que se pone la brújula."
"Página web, generalmente de carácter personal, con una estructura cronológica que se actualiza regularmente y que se suele dedicar a tratar un tema concreto."
Este Blog vive y respira a través de mí,
no es un diario de vida en su sentido estricto;
sí que lo es en el aspecto creativo.
A veces fluye y a veces no tanto,
es parte de una vida, la mía,
avanza o mucha veces se estanca.
Quizás duerme y descansa,
mientras me encuentro conmigo misma,
quizá mire hacia alguna calle escondida...
Observo, observo, observo...
busco discernir si entro o paso de largo...
Intento expresar contenidos resonantes con mi consciencia, plasmándolos en una versión creativa, sea relato, pensamiento, poema, canción, dibujo o pintura. Algunas de las ideas principales de mi creatividad son parte de las entregas de otras personas, que con sus libros o sus aportes en la web; nos devuelven un trozo de sabiduría olvidada o borrada de nuestras propias esencias humanas.
Otros temas vinculados a mi creatividad, son porciones de mis propias vivencias, y también de algún que otro sueño lúcido.
PINCELADAS SOBRE MI BIOGRAFÍA CREATIVA
Una Historia, Un Seudónimo...
Cuando era niña, como todo niño, niña; me encantaba dibujar, me encantaba la música, las manualidades, todo tipo de creatividad.
La verdad es que no tenía yo muchos recursos, así que echaba mano de lo que me encontrase, una piedra, una rama, una hoja, una flor seca, un alambrito, un botón, un trocito de tela, un papel, y alguno que otro lápices de colores, lo mínimo indispensable que me podía permitir en aquellos tiempos.
Esta inclinación nata permaneció en mí, así que como era poco habladora, pues era mi manera de expresarme conmigo misma básicamente, y de interactuar con lo que veía; dibujándolo, reconstruyendo, reformando, adaptándolo, transformando.
¿Por qué el seudónimo Otraocy Osamás?
Bueno es una forma irónica de reírme del pasado, de reírme de los modelos preestablecidos de la estructura, del adoctrinamiento, de los formatos implícitos que consideran que la creatividad, el arte es de tontos, posiblemente de perroflautas como dicen aquí en España, de gente vaga que no quiere verdaderamente trabajar, solo se puede tener como un hobby porque con eso no vamos a llegar a nada, no vamos a conseguir ganar dinero, ni salir adelante ni nada, y que está reservado para unas élites que sí se pueden dar el permiso de no trabajar, porque tienen rentas, dinero y dedicarse a ello no les robará el tiempo necesario para sus subsistencias.
El tema es, que viniendo yo de una familia de pocos recursos, no era precisamente aquello a lo que yo debería o podría haberme dedicado, me he rebelado ante esta imposibilidad, pero el aspecto de las artes plásticas por resultarme costoso en la adquisición de sus materiales, en aquellos tiempos de mi adolescencia y juventud primera, aunque esta no es tampoco realmente una excusa válida para haber tomado aquella decisión; pues así lo fui relegando, abandonando, pero siempre estaba ahí latente queriendo aflorar queriendo surgir, queriendo comunicar.
Escudriñando lo que hay detrás de esta intención…
Para ver si existe la tendencia de querer parecer especial o de ser reconocida, valorada por ciertas aptitudes; a lo mejor en un pasado reciente hubiese yo querido esto, pero en este momento francamente siento que no. Si os digo la verdad, no me importa la valoración ni el reconocimiento, no hay pretensiones de fama ninguna, pero sí básicamente de expresarme, comunicarme y disfrutar con lo que hago; y si a alguien le gusta mi trabajo, obviamente poder intercambiarlo por algo de dinero, y entonces un disfrute se transformaría en esa energía dinero que todos necesitamos para sostenernos en esta estructura planetaria.
Bueno… ya sin más vueltas, prosigo con lo que comencé a decir…
¿Por qué el seudónimo Otraocy Osamás? Tenía yo cerca de los 17, cuando vino a mi casa una amiga a quien yo apreciaba, pero mayor, ella ya era una señora casada y con un hijo. Yo la recibí con mucha alegría y entusiasmo, y encima le enseñé unas dos o tres pinturas que había hecho en unos soportes improvisados, con unos óleos que me habían regalado por el día de mi cumpleaños, y que eran los primeros de mi vida. Esta mujer me miró fijamente, aún recuerdo aquella mirada de desprecio y de «ninguneo»; me dijo qué te pasa, estás sin oficio, estás ociosa.
Sí, me llamó ociosa porque yo había hecho unos dibujos. Se me cayeron las alas del entusiasmo y los guardé, los escondí… Sucedieron más cosas, pero es lo que hay, y no soy la única ni la primera, creo que nos ha pasado a la gran mayoría de personas con tendencias creativas; siempre existe esa «energía contraria exterior» que envía a un o una «emisari@» para qué influya nuestro interior, para que abandonemos todo intento, toda intención de disfrute y de expresión de nuestra creatividad, es lo anormal normalizado, es lo que más y no digo siempre, suele ocurrir, y no lo contrario.
Pero, no me voy a poner como una víctima de las circunstancias, fui víctima de mis mismas elecciones por no sostener la fuerza y la valentía de seguir adelante con mi deseo, en pos de expresarme creativamente, así que fui víctima de mis mismas elecciones, al dejarme influir y desalentar por ese exterior agresivo y represor.
Ahora con unos cuantos añitos encima…
Esto vuelve a resurgir, vuelve a aflorar y como he dejado de ser esa niña adolescente vulnerable, acomplejada e insegura, pues me siento con mayor valentía, sintiéndome fortalecida ante lo que pueda surgir, sean críticas, descalificaciones, burlas… Realmente me da igual, porque como no intento buscar la aceptación y el reconocimiento, ni la comparación con algún genio de las artes plásticas, porque además no lo soy ni lo pretendo, ni nada que se le parezca, pues ante cualquier comentario o valoración negativa; ninguna mella hará en mi conciencia, ni en mi autoestima.
Así que si os parece, si os gusta alguna de las composiciones que iré publicando en este blog; pues sí, las vendo, podéis simplemente escribirme y trataré de atenderos lo mejor posible en esta relación.
Otra vez me he ido «por la esquinas», prosigo. A partir de aquel momento pues yo dejé de pintar, abandoné varias intenciones de formalizar estudios en esta área, empecé, pero no seguí ni culminé ninguna de esas iniciativas; y ahora cuando he retomado esto en esta etapa de mi madurez, me he acordado de aquel episodio, con esta amiga que me llamó ociosa, entonces, asumiendo que el formato convencional del planeta un gran, en un gran porcentaje, podría, y aclaro que no todos piensan así; entender que una persona que se dedique a las artes creativas, en cierta forma es porque está ociosa, no tiene todo el trabajo que deberíamos tener los seres humanos para terminar reventados de cansancio y desear solo llegar a casa a dormir, y por eso es obvio que no deberían quedar fuerzas ni ganas de impulsar nuestra creatividad. Por eso digo y asumo que desde esa perspectiva, soy otra ociosa más.
Así que ese es el origen de mi seudónimo, solamente que lo he dividido en dos palabras y la -i- de Italia, la he sustituido por la –y-, la cual sí es parte de mi verdadero nombre. Pues dentro de este seudónimo largo y compuesto, lleno de ironía y del estigma de la creencia o del concepto planetario hacia nosotros los creativos; existo yo la verdadera, yo la –y- griega; como una pequeña porción, o chispa de mi Ser que está dentro de ese nombre y en medio de todas las contradicciones planetarias en dónde me muevo para expresarme como lo vaya sintiendo.
Nadie me enseñó a dibujar…
Igual que nadie me enseñó a escribir poemas. Pero, aun así, me siento poeta. Fue a los 8 años cuando descubrí que podía hacerlo, por el camino he ido aprendiendo a utilizar las herramientas lápiz, soportes, colores, etcétera, y a desarrollar mi observación, pero principalmente a ver detrás del objeto sus posibilidades, evolución, mutaciones…
El mundo infinito de la creatividad está en todo lo que me rodea, es la esencia de todas las cosas, y está principalmente en aquello que generalmente no se deja ver con la vista material. Esta visión, esta percepción, esta tendencia nata, por tantos años bloqueada, reprimida, es lo que fluye ahora ante mi valentía de darle expresión, aunque no haya pasado por la Academia.
Como he dicho al principio, he comenzado estudios en artes plásticas que académicamente no he desarrollado; pero sí he concluido una Licenciatura en Música. Me he desempeñado como profesora de música desde infantil a universitario y directora de coros. Tengo formación en Musicoterapia y en esta última área, he trabajado con personas de la tercera edad.
Este último párrafo se lo dedico a los que odian a los autodidactas y a todo aquel que según los prejuicios instalados; opina que quien no ha sacado un título es por tonto o por vago.
Me siento en todo mi derecho de expresarme creativamente como me parezca, valoro y respeto la formación académica en todas las áreas del saber. Admiro la valentía y la perseverancia de todos los artistas, de aquellos que eligieron seguir el camino de sus vocaciones por encima de todos los obstáculos.
Maracaibo, Venezuela; transcurría la década de los 70. Era yo una niña de once años; en aquellos tiempos en que mi barrio completo era el patio de mi casa. No había secuestros, ni vecinos pederastas. La comunidad en la que crecí era un sitio desfavorecido y marginado en todo sentido, esto era así, y paradójicamente sucedía en tiempos de la opulencia del petrodólar.
Un día cualquiera, paseando por una de las calles, observé un contenedor de basura desparramado en la acera, me llamó la atención en aquel basurero un librito rojo, pequeño, de esos de bolsillo; estaba impecable. Miré a mi alrededor dudando de si cogerlo o no. ¿Cómo alguien podía tirar a la basura algo tan bonito? Lo cogí y salí corriendo a mi casa; el libro estaba tan nuevo que no quería correr el riesgo de que alguien me acusara de haberlo robado.
Ya en mi habitación, puertas cerradas, me dispuse a leer aquel diminuto libro; era una Antología Poética de Federico García Lorca. Por supuesto que yo no conocía nada ni del autor, ni de letras, ni de literatura, pero sí me gustaba leer, y leía todo lo que pasaba por mis manos. Pero aquellas líneas no tenían nada que ver con lo que hasta ese momento yo había leído.
Leí varios poemas y el corazón se me aceleró, me quedé tumbada en mi cama, mirando girar el ventilador de techo de mi habitación, casi mareada, pensando ¡Qué cosas tan hermosas escribe este señor! Me quedé así casi en trance, no sé cuánto tiempo, con el librito sobre mi pecho, sintiendo toda la vida, amor y sensibilidad que emanaban del mismo; me percibía alegre, acompañada por algo, por alguien, me sentí enamorada.
Puedo ahora decir que a los once años Federico García Lorca fue mi primer amor, porque al leer sus poemas parecía mecerme entre sus brazos y me sentía amada. Fue poco después, ya en el instituto o liceo, cuando en contacto con las clases de Lengua y Literatura, descubrí que yo podía, que de mí nacía la inclinación a escribir poemas. Por ese entonces ya tenía 13 años, y comencé a hacerlo.
Pasados cinco años, o sea a los 16, tuve mi primer ligue o novio; quien fue, en esta ocasión, utilizado por alguna mano invisible como emisario del desaliento. He observado que en cada etapa de nuestras vidas, siempre hay alguien allí para entorpecer tu camino; de nosotros depende si lo permitimos o no; yo en algunos casos, como este que narro, lo permití.
El susodicho novio o “ligue-amigo”; vino un día a visitarme a casa sin previo aviso, y me pilló con mi cuaderno de poemas en las manos… Se partió de la risa, no sé cuánto tiempo estuvo riéndose de mí. De forma implícita me llamó ridícula, y así me sentí, una ridícula.
Aclaro que no es que piense que la visión generalizada de las personas hacia los poetas y poetisas sea la de considerarles ridículos, pero habrá uno que otro que así opine; sobre todo porque esto no es una labor “material ni productiva” no es un plato de comida con el que puedas saciar el hambre física, no es un coche, una cosa o una cuenta bancaria sustanciosa, etc. Pues, me pasó que de tanto esconder el cuaderno de mis primeros poemas no sé a dónde fue a parar, lo perdí y también deje de escribir.
Finalizados los que para mí fueron terroríficos, limitantes, reprimidos y frustrantes años 80, ya en los 90; siendo una universitaria con un poquito más alineada, mi autoestima; por todo lo que ya había podido superar en cuanto a privaciones de todo tipo y catástrofes familiares; comencé otra vez a escribir poemas.
Debo reconocer, que muchos de los poemas que escribí ni yo misma los comprendía, así que también los ocultaba, excepto a unas poquísimas personas, a quienes alguna vez me atreví a enseñárselos; de las cuales el 95% reaccionó mirándome con la lástima con que se contempla un bicho raro y desadaptado del mundo, o a lo mejor así me sentía yo, y pensaba que aquello era evidente para los demás.
Comencé a escribir como una forma de mitigar el profundo dolor emocional provocado por algunas experiencias difíciles en mi vida. Aunque no puedo explicar con precisión el proceso, escribir aquellos poemas parecía sumergirme en un trance hipnótico. Sin embargo, lo que sí puedo afirmar con certeza es que después de plasmar mis sentimientos en el papel, experimentaba un enorme alivio. Esta práctica se convirtió en una valiosa herramienta de ayuda psicológica para mí.
La escritura se convirtió en mi refugio, en una vía de escape que me permitía canalizar y expresar las emociones abrumadoras que me aquejaban. A través de las palabras, encontré una forma de procesar y dar sentido a mis experiencias, al sentir, en mi caso, que no había nadie más a quien acudir. Cada vez que me sumergía en ese estado hipnótico de creación, sentía cómo las cargas emocionales se aligeraban, como si el peso que llevaba en el corazón se desvaneciera en la expresión de los versos.
La escritura se convirtió en una compañera fiel en mi viaje de sanación y autodescubrimiento. A medida que me sumergía en las profundidades de mis pensamientos y sentimientos, encontraba la fuerza para confrontar mis miedos y enfrentar las heridas del pasado. Cada palabra escrita era una pequeña victoria sobre el dolor y una afirmación de mi resiliencia.
En retrospectiva, puedo decir con certeza que la escritura me brindó una ayuda psicológica invaluable. Se convirtió en una herramienta terapéutica accesible y poderosa para mí. Descubrí que, a través de la escritura, podía explorar mi mundo interior, encontrar consuelo en la expresión artística y avanzar hacia la curación emocional.
En conclusión, la escritura se convirtió en un refugio creativo y una forma de terapia personal para mitigar el dolor emocional. A través de esta práctica, encontré alivio, fortaleza y una vía de escape cuando no tenía acceso a recursos terapéuticos convencionales. Aunque cada persona puede encontrar diferentes formas de enfrentar sus desafíos emocionales, la escritura demostró ser una herramienta poderosa y transformadora en mi propio viaje hacia la sanación y el crecimiento personal.
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